Cuando nos llamó tuvimos que caminar por un pasillo que se me hizo eterno. Después nos hizo entrar a una salita donde yo tenía que prepararme para la eco, que para los que nos saben es transvaginal, o sea, un completo desagrado.
No sabía para qué lado iba la batita esa que te tienes que poner, así que mejor pregunté para no salir haciendo el ridículo. Después de todo esto, por fin entramos. Ahí estaba yo, tendida en la camilla en esa posición tan humillante y al lado mío estaba mi pololo, descubriendo el mundo de la ginecología y maternidad al mismo tiempo.
Tenía como 7 semanas de embarazo, así que la doctora nos advirtió que tendríamos que tener mucha imaginación. Y la tuvimos, porque a penas vimos el porotito (literalmente) y sentimos sus latidos imaginamos un mundo nuevo para nosotros, donde ahora seríamos tres!